Meditación de Bahá’u’lláh

¡Alabado y glorificado seas, oh mi Dios! Te suplico, por los suspiros de Tus amantes y por las lágrimas derramadas por aquellos que anhelan contemplarte, que no me niegues Tus tiernas mercedes en Tu Día, ni me prives de las melodías de la Paloma que exalta Tu unicidad ante la luz que irradia Tu rostro. Soy un desdichado, oh Dios; mírame aferrado a Tu Nombre, Quien todo lo posee. Estoy seguro de perecer; mírame asido a Tu Nombre, el Imperecedero. Te imploro, pues, por Tu Ser, el Exaltado, el Altísimo, que no me dejes a merced de mí mismo ni de los deseos de una inclinación corrupta. Retén mi mano con la mano de Tu poder, líbrame de las profundidades de mis fantasías y vanas imaginaciones, y purifícame de todo lo que Tú detestas.

Haz, por tanto, que me vuelva completamente hacia Ti, que ponga en Ti toda mi confianza, que Te busque como mi refugio y que huya hacia Tu rostro. Tú eres, verdaderamente, Aquel que, mediante la fuerza de Su poder, hace lo que desea y, mediante la potencia de Su voluntad, ordena lo que elige. Nadie puede resistir la acción de Tu decreto; nadie puede desviar el curso de Tu designio. Tú eres, en verdad, el Todopoderoso, el Todoglorioso, el Más Generoso.

Bahá’u’lláh

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