Meditación de Bahá’u’lláh

¡Gloria sea a Ti, oh mi Dios! Si no fuera por las tribulaciones sufridas en Tu camino, ¿cómo podría reconocerse a quienes verdaderamente Te aman? Y, si no fuera por las pruebas sufridas por amor a Ti, ¿cómo podría revelarse la posición de aquellos que Te anhelan? ¡Tu poder me lo atestigua! Las lágrimas que derraman son la compañía de todos cuantos Te adoran, y los lamentos que profieren, el consuelo de los que Te buscan, y los pedazos de sus corazones rotos, el alimento de los que se apresuran por encontrarte.

¡Cuán dulce es para mí la amargura de la muerte sufrida en Tu camino, y cuán preciados, a mi parecer, los dardos de Tus enemigos cuando se reciben en aras de la exaltación de Tu palabra! Permíteme beber en Tu Causa, oh mi Dios, todo lo que Tú has deseado, y haz descender sobre mí, en Tu amor, todo lo que Tú has ordenado. ¡Por Tu gloria! Solo deseo lo que Tú deseas, y anhelo lo que Tú anhelas. En Ti he puesto, en cada momento, toda mi fe y confianza.

Te imploro, oh mi Dios, que prepares como ayudantes de esta Revelación a quienes hayan de considerarse dignos de Tu nombre y de Tu soberanía, para que me recuerden entre Tus criaturas e icen los emblemas de Tu victoria en Tu tierra.

Potente eres Tú para hacer lo que Te place. No hay Dios sino Tú, Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Sí mismo.

Bahá’u’lláh

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