Te rindo alabanzas, oh mi Dios, pues la fragancia de Tu bondad me ha cautivado y las suaves brisas de Tu misericordia me han inclinado hacia Tus muníficos favores. Hazme beber, oh mi Señor, de la mano de Tu munificencia, las aguas vivas que han permitido a todo el que ha gozado de ellas librarse del apego a quienquiera que no seas Tú, y elevarse hacia la atmósfera del desprendimiento de todas Tus criaturas, y fijar la mirada en Tu amorosa providencia y Tus múltiples dones.

Oh mi Señor, bajo cualquier circunstancia, haz que esté listo para servirte y para dirigirme hacia el adorado santuario de Tu Revelación y de Tu Belleza. Si es de Tu agrado, hazme crecer como una tierna hierba en las praderas de Tu gracia, para que las suaves brisas de Tu voluntad me mezan y me dobleguen en conformidad con Tu agrado, de modo que mi movimiento y mi quietud estén completamente dirigidos por Ti.

Tú eres Aquel mediante cuyo nombre fue divulgado el Secreto Oculto, fue revelado el Bien Guardado Nombre, y fueron abiertos los sellos de lacre del Cáliz sellado y se esparció su fragancia por toda la creación, tanto del pasado como del futuro. Aquel que estaba sediento, oh mi Señor, se ha apresurado a alcanzar las aguas vivas de Tu gracia, y la criatura desdichada ha ansiado sumergirse en el océano de Tu riqueza.

¡Juro por Tu gloria, oh Señor, Amado del mundo y Deseo de cuantos Te han reconocido! Estoy tristemente afligido por la pena de mi separación de Ti en los días en que el Sol de Tu presencia ha derramado su resplandor sobre Tu pueblo. Ordena, pues, para mí, la recompensa decretada para aquellos que han contemplado Tu rostro y, con Tu venia, han sido admitidos en la corte de Tu trono y, por Tu mandato, se han encontrado contigo frente a frente.

Te imploro, oh mi Señor, por Tu nombre, cuyos resplandores han envuelto la tierra y los cielos, que me permitas someter mi voluntad a lo que Tú has decretado en Tus Tablas, a tal punto que cese de descubrir dentro de mí cualquier deseo que no sea lo que Tú has deseado por la fuerza de Tu soberanía, ni voluntad alguna excepto lo que Tú has destinado para mí por Tu voluntad.

¿Adónde he de volverme, oh mi Dios, incapaz de descubrir ningún otro camino fuera del camino que Tú marcaste para Tus Elegidos? Todos los átomos de la tierra proclaman que Tú eres Dios, y atestiguan que no hay otro Dios fuera de Ti. Desde la eternidad, has sido poderoso para hacer lo que has querido y ordenar lo que has deseado.

Destina para mí, oh mi Dios, aquello que me dirija en todo momento hacia Ti, y permite que me aferre constantemente a la cuerda de Tu gracia y proclame Tu nombre y busque todo lo que emane de Tu pluma. Estoy necesitado y desamparado, oh mi Señor, y Tú eres Quien todo lo posee, el Altísimo. Ten piedad, pues, de mí mediante las maravillas de Tu misericordia, y haz descender sobre mí, en cada momento de mi vida, las cosas con las que has creado de nuevo los corazones de todas Tus criaturas que han reconocido Tu unidad, y de todo Tu pueblo que está completamente consagrado a Ti.

Tú, ciertamente, eres el Todopoderoso, el Más Exaltado, el Omnisciente, el Sapientísimo.

Bahá’u’lláh

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