¡Oh mi Señor! Tú sabes que la gente está rodeada de dolor y calamidades y envuelta en aflicciones y dificultades. Toda prueba asedia al hombre y toda adversidad horrible le asalta como el ataque de una serpiente. No hay para él abrigo ni asilo sino bajo el ala de Tu protección, de Tu preservación, resguardo y cuidado.
¡Oh Tú, el Misericordioso! ¡Oh mi Señor! Haz de Tu protección mi armadura, de Tu preservación mi escudo, de la humildad ante la puerta de Tu unicidad mi resguardo; y de Tu cuidado y defensa, mi fortaleza y mi morada. Presérvame de las insinuaciones de mi yo y del deseo y guárdame de toda enfermedad, prueba, dificultad y trance.
¡Verdaderamente Tú eres el Protector, el Guardián, el Preservador, el que basta y en verdad, Tú eres el Misericordioso de los más Misericordiosos!